sábado, 28 de marzo de 2009

Accidente o Suicidio

Me encuentro en el centro de la ciudad en busca de algún instituto donde estudiar, ya es mediodía, el sol esta incesante, me compro una botella con agua, camino hacia un parque y me siento a la sombra de un árbol a descansar un poco. Frente al parque hay un restaurante lujoso, me deleito observando los carrazos que se llegan a parquear en el estacionamiento. Hace su entrada una camioneta negra, en su interior una familia, el padre, la madre y dos niñas. Al bajarse del vehículo me doy cuenta de que la menor de las hijas lleva en brazos a un pequeño perro, no preciso de que raza, no se mucho de esas cosas, pero si vi que era pequeño y que llevaba una correa rosada en el cuello. El papá advierte que las mascotas no pueden ingresar al restaurante.

La niña ata la correa al timón de la camioneta, deja al pequeño perro en el asiento delantero, baja las ventanas hasta la mitad para que no se asfixie con el excesivo y sofocante calor. También prende la radio a todo volumen, hasta aquí se puede escuchar el disco de reguetón, quizá para que el perrito no se aburra y no se sienta solo durante la espera.

Me da hambre, vuelvo al kiosco a comprar unas galletas, las mismas que se convierten en mi almuerzo, hay que ahorrar. No tardé más de diez o quince minutos a lo máximo. Al volver a la tranquilidad de la sombra del árbol, se escucha un grito, era la niña, el perro cuelga fuera de la camioneta, balanceándose lentamente mientras su lengua se deja ver fuera de la boca. En la ausencia de sus dueños, trato de escapar, salto por la ventana y como la correa que llevaba al cuello estaba atada al timón, quedó colgado. Las niñas tratan de rescatarlo, pero es demasiado tarde, el pobre quedo muerto ahorcado tratando de escaparse.

La escena me causa mucha pena, las niñas no paran de llorar, los padres sin poder decir ni hacer nada para consolarlas. No se por qué, pero tengo la leve sospecha de que los perros son más inteligentes que yo, éste no era la excepción. Pienso que el perrito fue muy listo, sabía que al saltar por la ventana terminaría por quitarse la vida y decidió valientemente suicidarse para no seguir escuchando ese genero atroz que es el reguetón, yo que el pobre animal hubiera hecho lo mismo.

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jueves, 26 de marzo de 2009

La Viejita Encantadora

Hoy amaneció con un rico sol, pocas veces disfruto de un día así, me siento de buen ánimo. Me alisto para salir, me pongo lo de siempre, me gusta vestir de negro, soy un amante del rock, si bien viví con mi padre pero me crié con mis abuelos, los padres de mi padre, ellos se encargaron de darme un buen estilo de vida sin falta de dinero, pero los problemas de alcohol de papá y mi rebeldía hicieron que me aleje de mi casa, allá en el interior del país. Cada vez que recibía mi propina mensual, corría a las tiendas y me compraba dos o tres discos de los rockeros de moda.

Me encuentro esperando el bus en el paradero, junto a mi, dos mujeres mayores, la primera, la menor de las dos, lleva un vestido floreado celeste, tiene menos de cincuenta años y lleva del brazo a la otra que bordea los ochenta, que a la vez se apoya de un bastón. La del bastón me mira de pies a cabeza y le susurra al oído algo a la más joven. Al cabo de cinco minutos el bus llega, nos subimos los tres. Se sientan en la primera fila de asientos y yo frente a ellas. Las más viejita me sigue mirando con detenimiento. Me pregunto que tanto me mira, será por lo que llevo puesto, llevo una camiseta negra, pantalón gris y zapatillas negras, nada raro, o será por los tatuajes que llevo en los brazos o será por los aretes, estoy muy consternado por tanto miramiento, parece una viejita encantadora, solo espero que no se haya enamorado de mi.

De pronto siento que alguien me toca la pierna como queriendo llamar mi atención, al girar la mirada era la viejita y al acto me sorprende con una pregunta:
  • Oye joven, ¿por qué pues usas esas cojudeses en las orejas? Parece mariconcito. – me dice en tono burlesco.
  • Jajaja, esa es la idea señora, eso me hace sentir más mariconcito como usted dice. – le respondo sonriéndole graciosamente.
  • No mamá, no le digas eso al joven, es la moda de ellos, ya no le molestes más – reacciona de inmediato la mujer más joven o debo decir ¿menos vieja? – disculpe joven.
  • Nooo se preocupe, no es la primera vez que me lo dicen.
  • Pero es verdad pues, en mis tiempos los hombres no se ponían esas huevadas – dice entre carcajadas la anciana.
  • Mamaaaaá, por favor esa boquita. – le recrimina la hija, con la cara sonrojada y los demás pasajeros que eran testigos también reían.
  • Es que ahora los jóvenes salimos más maricones, señora, déjenos ser. – contesto siguiéndole la cuerda y entrando en el juego pícaro de la viejita que seguía riéndose tapándose la boca, ocultando la ausencia de sus cuatro diente delanteros.
  • ¿En serio joven…eres chivito? – dice sorprendida la hija.
  • No señora como cree, solo visto así porque me gusta, me siento bien, me veo bien y eso es lo que cuenta.
  • Claro además no se ve mal, le queda bien y se ve bien.
  • Bien cabro parece… jajajaja – estalla en un tremenda carcajada la picara viejita.
  • Gracias seño, que simpática es usted y hasta me cayo bien – le tomo la mano y le sonrío.
  • Ya ya ya, no me estés coqueteando mucho ya, si quieres invitarme a salir, dime de frente no más.
  • Pero mamá que cosas dices – se ruboriza más la hija, me mira y me mueve la cabeza disfrutando la picardía de su madre.
  • Bueno si lo pone así, un día de estos la voy a invitar a salir a dar unas vueltas, ¿qué dice?
  • Ya ojala no me estés metiendo floro, no me gustan los hombres mentirosos – me coge la mano y me mira con eso ojos juguetones.
  • Ya mamá, nos bajamos en la siguiente esquina… señor cobrador en la siguiente esquina bajo por favor!!!
  • Hasta pronto señoras.
  • Chau guapo y sácate esos aretes carajo, que no me gusta.

Después de bajar las dos señoras, los demás pasajeros me miraban y se reían, el cobrador me da un par de pequeñas palmadas en la espalda y me dice: “Que buen plan sacaste a la viejita! a lo que yo contesto: “Sí, bueno, muy bueno”.

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jueves, 19 de marzo de 2009

Yo soy Bicho

Yo soy Bicho, un muchacho que en busca de trabajo he venido a dar en esta ciudad atróz, con gente que corre a mil por hora, sin saber de tu existencia, puedo estar agonizando en un charco de sangre y ellos ni se inmutan, esta gente al igual que ésta podrida ciudad, son mierda. Se discriminan unos a otros siendo igual de cholos y negros. Tengo que estar aquí, no me queda otra, sé que aquí hay más oportunidades.
.
Vivo en un pequeño cuarto en el distrito más peligroso de la ciudad, lo poco que le robé a mi padre borracho no me dio para más, el pasaje, algo de comida y el primer mes de alquiler. Mi madre murió en el momento que me trajo al mundo, según mis abuelos ella era muy linda y me amaba mucho, yo la conservo con esa idea, la amo, aunque ya no este conmigo físicamente, pero se que sigue mis pasos. Mi padre también la amaba mucho, cuando ella murió, él no pudo sobre ponerse a su perdida y se refugió en el alcohol, creo que su único vicio es el trago. ¿Drogas? No creo.

Me escapé de mi casa porque no quería seguir en el infierno que se convertía cada vez que mi viejo llegaba borracho. Yo quiero mucho a ese viejo cabrón, a pesar de todos sus problemas que lleva en la cabeza y en su alma, es un buen hombre, quiero pensar que me ama. Tengo muchas ganas de salir adelante, por eso me escape, estando en mi pueblo no lo iba a lograr.

Ahora uso los mismos calzoncillos dos o tres días seguidos, soy capaz de usar los mismos pantalones y hasta las mismas camisetas sudadas, viejas y ahuecadas una semana entera. Nunca cambio mis sábanas, porque solo tengo una. No me baño todos los días, no por sucio, sino porque en esta ciudad hace mucho frío, especialmente en las noches en que me despierto temblando. Lo que si tengo mucho son medias tengo varios pares. Recién llegado a Lima, muy ansioso y engatusado por un vendedor que comercializaba todo tipo de cosas, me vendió una docena de medias, me convenció de que las revendiera, que con eso sacaré mucho dinero. Pero las cosas no fueron así. Como las noches eran frías y yo, casi sonámbulo, cogía las medias una a una y me las ponía para apaciguar el frío, mis pies siempre paraban fríos, así que desde que amanece hasta que duermo uso tres y hasta cuatro pares de medias encima, que sumado a las dos camisetas que uso, me dan un falsa apariencia de gordura que me hace sentir mejor.

Los días y las noches son grises, desde que llegué nunca aprecié un cielo despejado, las estrellas brillan por su ausencia. El frío para mi es símbolo de tristeza, en esos momentos me dan ganas de volver a casa, cuando eso sucede trato de dormirme de inmediato para olvidarme de ese absurdo. Me lleno de vitalidad cuando el sol se deja ver fugazmente, veo todo de color.

Así es mi vida en esta ciudad, con gente que convive con la maldad, la envidia y el egoísmo, cada uno viviendo en su propio mundo, quien sabe alejada de toda paz y de Dios.

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Escrito por Raulín Herrera

Bicho de Ciudad ©2009. Escrito por: Raulín Herrera. Creación original de Chonto.

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